Holocausto y Foibe
Convenio en Perugia sobre los genocidios y los Éxodos del Novecientos
Se ha desarrollado el 30 de mayo en la capital umbra un interesante convenio sobre el tema «Foibe y Holocausto» organizado por la Consulta Provincial de los estudiantes de Perugia. A la iniciativa, tenida en el Aula Magna de la Universidad de los Estudios, han participado en calidad de relatores Lucio Toth, (presidente de la Asociación Nacional Venezia Giulia e Dalmazia), el dr. Marino Micich (Sociedad de Estudios Fiumanos), el adepto cultural de la Embajada de Israel dr. Elazar Cohen, mientras que Paolo Sardos Albertini (Lega Nazionale) por motivos de salud no ha podido estar presente. Presente un atento público de 120 estudiantes acompañados de sus docentes. A continuación un comentario del presidente Toth en relación al encuentro.
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El haber acercado dos tragedias del Novecientos de tan diverso calibre, origen y consecuencias históricas y políticas puede parecer temerario.
Si se ha hecho – con este convenio organizado por un grupo de estudiantes de la Universidad de Perugia – es porque se han querido denunciar algunos rasgos comunes de las ideologías del Novecientos que han llevado a una serie de crímenes contra la humanidad que no se habían verificado antes, por dimensiones y extensión geográfica. No quiere decir que no haya habido en el curso de los siglos destrucciones de masa, deportaciones y pogrom, de los que a menudo fueron víctimas las comunidades hebreas de la Diáspora, sino que porque los medios técnicos y la organización que el siglo XX ponía a disposición de los Estados han consentido, al servicio de impostaciones ideológicas de masa, el crear sistemas de concentración y persecución que ningún tirano del pasado se había podido permitir.
Entre la grande tragedia del Holocausto y de la Shoah y la desconocida tragedia del confín oriental italiano, tan inferior por el número de víctimas como por la población implicada en términos absolutos – pero precisamente por esto significativa de tendencias generales de una época de violencias colectivas de Estado – se insirieron antes, después y en contemporáneo otras tragedias de diversas dimensiones.
El fenómeno de las Foibe en Venecia Giulia y en Dalmazia, en relación a la exigüidad del territorio, representa de todas maneras un fenómeno de masa si es considerado en términos porcentuales a las poblaciones interesadas por las masacres y por el sucesivo éxodo, que implicó más de la mitad de la población residente en las provincias italianas de Fiume, Pola y Zara y casi la totalidad de la componente autóctona de lengua italiana. Y, de todos modos, la más grande evacuación de territorios habitados por italianos que se ha verificado nunca en la historia de la nación.
De estas tragedias queremos recordar algunas, aquellas verificadas en el área geográfica a la que pertenecemos: Europa y el Cercano Oriente, desde el Egeo hasta el Cáucaso, unidos por milenios en las mismas vicisitudes, desde la época micena a los imperios romano y bizantino hasta los conflictos más recientes entre el imperio ruso y el otomano, con el séquito de consecuencias de las que todavía hoy las regiones balcánicas y anatolicas llevan la marca.
Del genocidio armenio a la Shoah
El siglo empieza con el genocidio armenio del 1915-1916. La cuenta de las víctimas, masacradas en los modos más atroces, del degüello al hambre, a las epidemias, supera el millón. Los prófugos hacia la Armenia rusa, pero, sobre todo hacia Europa y América se calculan en tres millones.
Continua con el griego en el 1922-1924. Las milicias irregulares hacen el trabajo sucio, dejando al ejercito regular, ya guiado por el nuevo leader Kemal Ataturk, el fundador del Estado turco moderno, la batalla en el campo, para cazar a las armadas griegas de Anatolia, donde la paz de Sévres (1920) había dejado la Grecia de Elefterios Venizelos todo el vilayet [provincia] de Smirne y la Tracia oriental.
Y a la conquista, o reconquista – porque las regiones arrancadas a una “madrepatria” son siempre “restituidas” a otra “madrepatria” – sigue la limpieza étnica, el traslado forzado de poblaciones. Casi dos millones de griegos dejan Smirne, Magnesia, Rodosto, Bursa, Adrianopoli. Centenares de miles de turcos han dejado a su vez la Macedonia griega, Bulgaria, la Macedonia serbia.
Las potencias occidentales dejaron hacer. El tratado de Losanna del 1923 sancionó en cierto modo el traslado forzado de pueblos enteros como solución ideal a los problemas de frontera.
Y a la “solución final” llegaron también los inspiradores del exterminio de hebreos y gitanos. Primero los residentes dentro de los confines del III Reich. Después, cuando lo permitieron las circunstancias militares y políticas y la condescendencia de los Países aliados u ocupados, la deportación se extendió a la Checoslovaquia de entonces, a Polonia, a la Francia de Vichy, a Croacia, a Serbia, a Grecia, a Hungría, a Bulgaria y a Rumania, los últimos en ceder a las presiones de Hitler en cuanto aliados de Asse. Después tocó también a Italia después del 8 de septiembre del 1943. De los ghettos de Roma y de Venezia, de las comunidades de Ferrara, de Modena, de Livorno miles de israelitas italianos tomaron el camino de los lager y de los hornos crematorios.
También de Fiume, de Trieste, de Gorizia fueron tomadas de las casas familias enteras. Las sinagogas devastadas. Y junto a los italianos los hebreos de la Europa central que a miles habían encontrado reparo en el territorio italiano de Venecia Giulia y de Zara o en las zonas de Dalmazia y de Croacia controladas por tropas italianas.
En estos mismos trágicos años enteras poblaciones de la ex Unión Soviética fueron deportadas por Stalin a miles de kilómetros: ucranianos y cosacos, tártaros y chechenios. Y millones perecieron en el gulag y en las marchas forzadas a través de Siberia y Asia central.
Hasta la última onda de violencia que se abatió sobre las regiones orientales polacas y alemanas invadidas por la Armada Roja y sobre los Países Bálticos, que todavía hoy recuerdan los horrores de aquella “liberación”. Pero hacía falta aplicar los acuerdos alcanzados en Terán sobre el reparto de Polonia y Alemania entre las Tres Grandes de las potencias vencedoras. En denunciar aquellos destrozos y las miles de violaciones fueron entonces los primeros disidentes soviéticos, como Solgenitzin, oficial soviético que ante aquellos horrores redescubrió su conciencia de creyente. El año pasado tocó a Günter Grass, intelectual de izquierda, recordar aquellos crímenes a una Alemania desmemoriada. ¡Y ha sufrido las consecuencias! Porque la verdad es siempre incómoda.
¿Cómo se llega a estos crímenes de masa: en sentido pasivo, pero también en sentido activo?
Crímenes de masa, organizaciones de masa
Porque para realizar limpiezas étnicas, traslados forzados de masa y genocidios hacen falta organizaciones de masa.
El proceso Eichmann, más que los Tribunales de Norimberga, nos ha revelado la máquina satánica de la organización nazista. Pero también la URSS supo poner en acción un sistema de concentración que no tocaba solo las personas como “disidentes”, sino enteras comunidades, naciones, pueblos, que eran definidos como “enemigos del pueblo”, así como hebreos y gitanos han sido definidos “enemigos de la raza aria”.
A parte de la locura no científica de todo racismo, y, por tanto, su infamia moral, hay en todos estos crímenes de masa una característica común: individuar un enemigo colectivo en una determinada nación o comunidad étnica o religiosa.
Crear un clima de propaganda de Estado que prepare psicológicamente a la opinión pública a justificar, o directamente a pedir medidas restrictivas de la libertad, marginación de los cargos públicos, cierre o expulsión de las escuelas, expropiación de los bienes muebles e inmuebles, y para terminar, la expulsión de la tierra habitada por generaciones, la deportación, el exterminio.
Odios radicados en el tiempo son explotados por una propaganda ideológica totalitaria, racista, clasista, o simplemente nacionalista. ¡Era la “raza aria” a defender en el III Reich y en los Países aliados y ocupados; la “clase proletaria” en la Unión Soviética y en los regímenes comunistas del Este, sin descuidar los pueblos anti-proletarios por constitución étnica! Era la “nación” turca para la Turquía de los Jóvenes Turcos, que debía limpiar la península anatolica de los pueblos de los que miles de individuos habitaban regiones donde eran autóctonos desde hace tres mil años.
El “modelo” yugoslavo, odio nacional y odio de clase
El modelo yugoslavo de Josip Broz Tito fue en cambio un mixto de clasismo y nacionalismo, que fue experimentado con suceso en Venecia Giulia y en Dalmazia en perjuicio de los italianos autóctonos.
El odio por los ricos es otra de las características más típicas y más despreciables de este mecanismo propagandístico, porque corresponde a una mentira de fondo.
El hebreo no era solo el rico de la ciudad, comerciante o banquero. El armenio o el griego no eran solo un mercader bien estante o un armador empresario. Y así el industrial y el profesionista italiano de Venecia Giulia y de Dalmazia.
Había miles de hebreos artesanos miserables y campesinos que trabajaban tierras no de su propiedad. Miles de armenios campesinos y pastores. Centenares de miles de istrianos campesinos, pescadores, empleados, mineros, marineros. Pobres y desheredados como todos los demás pobres de la tierra.
Y fueron arrastrados en los mismos campos de concentración, en las caravanas de la muerte o empujados por la fuerza hacia el exilio, anhelado como única salvación o liberación, personal o colectiva. Fuera de la tierra natal, despojados de todo, pero libres y ¡sobre todo vivos!
El hebraísmo italiano, el nuevo antisemitismo
Cómo se llegue a tanto, en Italia no lo hemos podido entender. Y, nosotros, giulianos y dalmatos, todavía menos. Hablamos de las comunidades hebreas de nuestra parte: desde Isaia Ascoli hasta Leo Valiani.
Liberales, amantes de Italia, que consideraban su patria, protagonistas del Resurgimiento y del Irredentismo. Voluntarios en la Grande Guerra. Condecorados al valor. Legionarios danuncianos. Voluntarios todavía en el 1940 en el ejercito, en la marina, en la aeronáutica, en la misma milicia fascista.
Y después echados de las escuelas, de las universidades, de las fuerzas armadas, de la magistratura, de la diplomacia. Y después del 8 de septiembre abandonados a la deportación nazista.
¿Cuántos de los “otros” se rebelaron? Porque sucede que la desgracia del otro no se entiende hasta que se convierte en la nuestra. El prófugo de Könisberg no entendía, no sabía, no quería saber de Auschwitz. Hasta que no le tocó a él ser encarcelado aún sin haber hecho nada, sino ser un alemán, violado, masacrado solo por ser tal, no por los hebreos, sino por las armadas soviéticas.
Hay un embotamiento moral colectivo que precede la comisión de los crímenes por parte de los regímenes totalitarios. Se buscan justificaciones: para los hebreos, para los armenios, para los griegos, para los cristianos del Levante. Traidores del pueblo, colaboracionistas, enemigos de la patria. Y a posteriori sobre las mismas razones desviadas se funda el negacionismo, el justificacionismo. Eran culpables: ¡tenían que pagar!
En masa, miles de italianos en las Foibe, centenares de miles de armenios masacrados y muertos de hambre y de epidemias. Millones de hebreos echados en los hornos y en las fosas comunes. ¿Todos culpables?¿ De qué?
¡Tampoco eran tantos! Se dice. Es la mezquina justificación de la cantidad de los muertos. La contestación de las cifras. El juego del cuadro de bolas para contar con las tibias y las calaveras encontradas. Es la última trinchera de la barbaridad, la confirmación, la confesión ex ore suo de la barbaridad misma.
Quien recurre a ella se hace cómplice póstumo de los genocidios, de las deportaciones, de las limpiezas étnicas.
Cada pueblo de Europa tiene sus esqueletos en el cajón. Pero esto no puede hacer mínimos y confundir en un único gris de ignominia y de auto-absolución eventos específicos e históricamente probados: masacres preordenadas a una limpieza étnica o hasta a la desaparición de un pueblo entero de la faz de la tierra.
La última sentencia del Tribunal internacional para los crimines en la ex Yugoslavia nos confirma que Srebrenica fue “genocidio”, porque recurrieron a los extremos de aquel delito previstos por el derecho penal internacional.
Hoy se va difundiendo un antisemitismo nuevo, que es tan peligroso como el de hace un siglo. Ya se impide a los estudiosos o a los periodistas israelitas el hablar en las universidades. Fue así como comenzaron las SS y las SA. Debemos combatirlo desde ahora, para impedir aquel embotamiento de la conciencia moral colectiva que consintió los crímenes del pasado.
Lucio Toth